jueves, 28 de abril de 2011

Los Cristales Celestiales

Capítulo 1.


Zizzckie, en una mañana de primavera anticipada, la reina hada del palacio de “Las Almas Celestiales” situado en el interior de la gran Isla de las Almas Celestiales, se despertó tempranamente, y fue a la “Cámara Secreta de Los Cristales Celestiales” a ver que existencias, totalmente puras, en bruto, encontraba en ésa. Sólo hubo avistado un par de Cristales Mágicos pertenecientes a la corona de la primera y, honorable reina hada de este reino, y unos grandes zafiros y rubíes que, por defecto, también eran de su pertenencia privada y propia. Quería resolver el gran misterio que andaba disperso por la isla. Para ello debía conseguir descifrar la tabla sobre la que estaban grabados símbolos y letras extrañas irreconocibles para ella, cosa que debería de ser complicada, es más, muy complicada, la traducción. Primeramente, fue a la casa del gran traductor de textos en lenguas muertas, Wikkemo, el sabio. Le entregó el texto al profesor Wikkemo, el cual había dicho que este texto es de una lengua antiquísima casi intraducible por todos los traductores de textos repartidos por el mundo, en cada reino...

El hada dijo simpática:

Profesor, traduce el texto lo más rápido que puedas, por favor.

Por supuesto, mi excelencia honorable dijo el profesor, felizmente.


La reina se fue ya por fin. Se dirigió al palacio de “Las Almas Celestiales” a echarse una colosal siesta, pero un guardián de la “Cámara Secreta de Los Cristales Celestiales” le impidió el paso. Éste dijo:

¡Tú! ¿Eres la reina que se pasó hoy por la cámara y robó la tabla del secreto? Si es así, ten mucho cuidado, te llevaremos a las mazmorras de castillo de Simo Nâo y, te ejecutaremos.

Tú, insignificante y ridículo guardián, como vuelvas a dirigirte así a mí, te expulsaré de la isla, no mereces vivir aquí. ¿Cómo osas insultarme, guardián, a mí? ¡Largo de mi vista, criatura astuta! le advirtió Zizzckie.

¡¿Qué?! ¡Quedas arrestada en nombre de Simo Nâo! ¡Hada de pacotilla, ya no volverás a ejercer como reina! gritó éste, sin saber a lo que se enfrentaba.

¡Claro, hazlo! Pero primero llevadme ante el rey Simo. Tengo que hablar de un asuntillo con él insinuó la reina.

¡En marcha! obligó el guardián.


Se dirigieron enseguida ante la persona de Simo Naô. Durante el camino, encontraron un gnomo muy simpático y fan de la reina-hada, que siguió a éstos en su trayecto hasta el castillo, para saber a donde la llevaban y que pasaba con el guardián. Tardaron nada más ni nada menos que dos horas. El guardián la llevo ante el rey. Éste contó al rey:

Mi señor, he traído a esta hada maléfica que intentaba destruir la cámara de tus padres.

¿Qué insinúas? ¿Insinúas que ésa me ha intentado robar los recuerdos de mi madre y mi padre? preguntó muy enfadado Simo Nâo.

¡Alto, guardián! Simo Nâo, no creas lo que éste insignificante te ha contado, ¡es falso! No he intentado destruir la cámara, sino he cogido la tabla para descifrar el hechizo o el misterio que envuelve a la isla en la que vivimos. Por favor, te pido que arrestéis a ése, y lo encerréis en las mazmorras mágicas de mi palacio contó Zizzckie, ante la mentira del guardián.

¡Falso! Además también quiso destruir el mundo con un ultrarrayo sónico-nuclear vol- vió a mentir éste.

¡Basta! ¡Quedas arrestado en mi palacio! Hasta que no dejes de mentir, no te dejaré marchar. Ya sabes, si mientes te quedas más tiempo, si no mientes, dejaré que vayas a donde gustes replicó la reina.


El guardián y la reina fueron al palacio de ésta, seguidos de nuevo por el gnomo. Llegaron muy tarde porque se entretuvieron por el camino, ya que el guardián quiso escaparse y tuvo que formular un hechizo mágico para que obedeciera las órdenes de Zizzckie. Llega-ron a palacio y le dijo a sus haditas que lo encerraran durante una buena temporada en la mazmorra mágica. La reina fue a ver cómo iba el profesor Wikkemo con la traducción y, de repente apareció el gnomo que dijo:

¡Oh! Mi bellísima reina, me rindo a tus pies. Por favor, aceptadme como vuestro amigo, querría conocerle. ¡Oh! Vuestra merced, no me echéis, os admiro mucho. Quisiera servirle a lo que usted me mande y, darte de lo que pueda disponer.

¡Por fin! Alguien me admira en esta isla. ¡Oh! Gnomito, claro que te aceptaré. Por favor, no me llames de usted. A mis amigos no los considero maleducados, sino admirables y educado como yo. ¿Crees que una hada tan buena y justa como yo te echaría? Pues, si no lo fuera ya te habría echado de mi palacio explicó y aceptó el hada.

¡Qué cosas más bonitas me ha dicho, digo, has dicho! ¡Me ha hecho muy feliz reina! Perdón, ¿pero cómo te llamas? admiró y preguntó el gnomo.

Me llamo Zizzckie, ¿y tú, gnomo? preguntó el hada.

Zizzckie, yo me llamo Írello ─afirmó el gnomo.

Írello, ¿no te importa acompañarme? Quiero que conozcas al traductor del reino le ex- plicó Zizzckie a Írello.


Los dos, ahora amigos, se dirigieron a casa de Wikkemo. Wikkemo ya había terminado de traducir el texto, que decía:

Para encontrar en el secreto que se esconde en los retoños de los lugares, debes ir primero al reino de fuego y coger el rubí místico, y al reino herbáceo y recoger una flor de esmeralda. Cuando los hayas conseguido, ve al reino de agua y encontrar el zafiro elemental, más tarde, cuando consigas el zafiro, ve a recoger una batería de topacio, en el reino eléctrico. Debes tener los cuatro elementos, ve a la “Cámara Secreta de Los Cristales Celestiales” para conseguir la piedra elemental pirita...”


Lo siento, no pude traducir más ─replicó el profesor.

No hay problema Wikkemo, mientras hago la misión, puedes seguir traduciendo ─afirmó Zizzckie.